Muchas prácticas procedentes de la China estan hoy en día de moda. Tanto la acupuntura , inventada y ampliamente aplicada en este país como otras prácticas filosóficas de esta tan milenaria civilización. Pero lo más importante es la antigua medicina china o su farmacología, en resumen ciencia de las drogas medicinales. Este compendio se denomina Pen t´sao kang-mou, no incluido en su forma definitiva, y publicado hacia 1597, es protagonista de la relación de un listado increíble de plantas medicinales y de drogas procedentes del mundo animal, superando generosamente el recetario de cualquier otro pueblo.
La filosofía china cree en el poder de la naturaleza para poder remediar cualquier mal procedente de la misma. Es como el antídoto y dentro de un mismo orígen. De esta forma la obra se iba escribiendo en el transcurso de los siglos, y no sólo para describir alguno de los remedios activos, sino también de sustancias aún desconocidas o no estudiadas. Una de las plantas que todavía se encontraba por demostrar sus efectos era la actualmente conocida raíz mágica de Ginseng (Pamax ginseng); y a pesar de que entre la europa occidental se sabía de sus propiedades curativas como una droga increíblemente eficaz contra la esterilidad, el envejecimiento y el cáncer.
La medicina de hoy en día e incluso la de Fleming debe a esta civilización oriental muchas de sus plantas y remedios por ejemplo: el ruibarbo, el alcanfor, la efedrina, el badián (anís estrellado), el ginseng y por supuesto el té.
Al igual que la medicina occidental, la china también empleaba la raíz del granado y el acónito, del que se obtenía la aconitina; y entre los minerales, usaba el hierro, el arsénico, el mercurio y el azufre.
El tratado de farmacología chino contiene 8160 fórmulas que se preparaban a partir de 1871 sustancias, principalmente vegetales. Los medicamentos se tomaban en forma de decocciones, mezclas, polvos, píldoras, cataplasmas, supositorios o ungüentos. Las plantas medicinales más utilizadas en China, las que presentaban mayor eficacia, se corresponden con las más conocidas en Europa. Podemos citar, por ejemplo: el ácoro, la bardana, el estragón, la margarita, la alcaravea, la genciana, el regaliz, la nuez, el llantés, el melocotón, la granada, el ruibarbo, el aceite de ricino y el té de China (contra los resfriados, los dolores de cabeza, la diarrea y la tos).
El opio, látex de cápsulas de adormidera aún no maduras, a parece en la medicina de este país hace 1000 años a.C. como remedio contra la disentería y la diarrea. No llegó a fumarse hasta el reinado del último emperador de la dinastía Ming allá en el siglo XVI, el cual había decretado la prohibición de las bebidas alcohólicas.
Todos estas recetas vegetales nos parecen congruentemente comprensibles. Pero lo que nos parece curiosos es ponernos en el lugar del médico chino cuando su receta correspondía a una cantidad concreta de órganos de animales, como pelos y bigotes de tigre, puntas de cuerno de ciervo, baba de sapo, cuerno de rinoceronte, carne de serpiente o moluscos marinos. A demás también recurrían con frecuencia a órganos y secreciones humanas. Por otra parte es destacable que la civilización china dispone de la vacuna antivariólica desde hace varios siglos. Pero todavía la ciencia moderna debe hacer hincapié en las bases oscuras de la organoterapia china.